He aquí mis REFLEXIONES EN TORNO A LA FORMACIÓN FORMAL, NO FORMAL E INFORMAL:
¿Cómo se forma el profesorado a lo largo de la vida?
Creo que, en este caso, la pregunta correcta no sería cómo se forma el profesorado a lo largo de la vida sino cómo debería formarse el profesorado a lo largo de la vida. Porque es evidente que no todos los profesores y profesoras están involucrados de forma activa en su propia formación y, desgraciadamente, son muchos los que permanecen anclados en prácticas educativas obsoletas. Y los hay incluso que se vanaglorian de ello. Quizás decir esto no sea políticamente correcto pero es una realidad que, al menos a mí, me ha tocado vivir en todos los centros educativos en los que he trabajado. Y ya que he comenzado siendo políticamente incorrecta, continuaré siéndolo un poco más para poner de relieve que son muchos los docentes que “se forman” con el único objetivo de conseguir acumular las horas requeridas por la administración y/o para acumular cursos que incrementen su puntuación de cara, por ejemplo, a un concurso de traslados. Sin embargo, esta formación es inútil porque toda formación que no conduzca a mejores prácticas docentes no tiene ninguna validez y cae en saco roto.
Sin embargo, por suerte, hay muchos docentes preocupados de verdad por su formación, docentes que invierten su tiempo libre en asistir a cursos presenciales por el simple placer de aprender, que se involucran en MOOCs y NOOCs, que comparten su trabajo en las redes, que saben de la importancia de cuidar su PLE… Y estos, curiosamente, suelen ser también los docentes que no quieren convertirse en islas aisladas en sus centros educativos, que no creen en la máxima de que “cada maestro tiene su librillo”, que colaboran con sus compañeros y compañeras de claustro, que comparten con ellos lo que han aprendido fuera de su centro de trabajo… Porque solo aquel que se preocupa por una formación integral que vaya más allá de la educación formal es capaz de valorar la importancia de compartir y colaborar con los demás. De hecho, si nuestra formación no redunda en beneficio de los demás, entonces pierde gran parte de su valor. Porque como dice el proverbio, “lo que no se comparte, se pierde”.